El nuevo Signo del Zodiaco, Ophiucus o La Serpiente, obliga a cambiar la totalidad de las fechas horoscopales, ¿de dónde surge?
Mario Rodríguez
03 August 2018
Algo ha sucedido. Sin paños calientes, los astrónomos han comenzado a hablar de un nuevo signo del zodiaco que ha descolocado a todos los demás, ¿pero dónde estaba Ophiucus, la esquiva serpiente que no habíamos visto hasta ahora?
Uno podría pensar que el cielo es algo inmutable, estático. Mira hacía arriba y, partiendo de que no viva en una gran urbe, se encuentra noche tras noche una infinidad de estrellas devolviéndole la mirada; eternas testigos de la aparición y caída de imperios, guardianas serenas del tiempo de los humanos. Sabemos que los antiguos, si necesitaban tomar una gran decisión,consultaban a los sabios que conocían los mensajes ocultos inscritos en el tejido brillante de los cielos y en su regular movimiento. ¿Dije movimiento? Si; pero regular. Vamos, que nada cambia nunca.
Entonces, ¿De dónde diablos ha salido un trigésimo y nuevo signo del zodiaco, a estas (esas) alturas?
Una constelación es una agrupación convencional de estrellas cuya posición en el cielo es (aparentemente) invariable, año tras año. Tauro o Aries, el Carro, Orión... Los nombres varían según la civilización, pero el hecho de permanecer siempre juntas es igual en todas partes. La eclíptica, por otro lado, es la linea que el Sol parece recorrer desde nuestra perspectiva a lo largo de un año. Para verlo, puede imaginarse de pie en medio de una llanura, de noche. Mirando a su alrededor le parecería estar en el centro de una cúpula, que sería el cielo donde están 'pintadas' las estrellas, como lamparitas. En esa superficie, puede visualizar un arco dibujado desde un punto del horizonte a tu izquierda hasta otro a tu derecha. Pongamos que esta es la eclíptica. Pues bien: esta linea cortará a agrupaciones de estrellas. Estas constelaciones por las que pasa la eclíptica son los famosos signos del zodíaco.
Hasta aquí el primer ingrediente. El segundo es recordar las palabras que, dicen, Galileo susurró cuando le obligaron a retractarse de sus teorías ante un tribunal de la Iglesia: Epure si muove; ¡Pero se mueve! Galileo se refería a la Tierra, por supuesto, que rota alrededor del Sol. Pues bien, además de dar vueltas en torno al sol (Traslación), sabemos que también lo hace sobre si mismo (Rotación terrestre). Estos fenómenos son responsables del ciclo noche/día, de las estaciones... y de que no se tueste mucho un sólo lado del planeta. Sin embargo, existen dos movimientos más: la precesión y la nutación. Para el caso que nos interesa, hagamos como que no he dicho nada del último y centrémonos en el primero.
La precesión es el movimiento que el eje de rotación de la Tierra realiza respecto al fondo de las estrellas. Que sea desconocido en la cultura popular es normal, porque es lentííísimo (una vuelta entera cada 25767 años), pero su efecto es interesante, porque cambia, aunque sea a paso de tortuga, la posición de la estrella que señala el norte y, más en general, la de todas las estrellas respecto a nosotros.
¡Y ya tenemos los dos ingredientes que necesitábamos para descubrir la procedencia del nuevo signo del zodiaco! Sabiendo lo que es un signo del zodiaco y el efecto de la precesión sobre la posición de las estrellas, está claro que esa línea que llamamos eclíptica, de la que hablamos antes, puede cortar a otras constelaciones después de mucho tiempo.
¡Tachán! Ahora entendemos por qué hay un 13º y nuevo signo del zodíaco: la eclíptica intersecta a la constelación de Ophiucus en su segmento inferior (pobre serpiente). Esto ha obligado a reestructurar las fechas en las que el horóscopo divide el año para asignar cada signo, acortando cada periodo y desplazando los días. Puede que aquel furibundo Leo amigo suyo haya evolucionado a un templado Cáncer, o Virgo (cualquier cosa es menos furibunda que un Leo).
Sea como sea, surgen algunas preguntas: ¿Siempre ha existido ese signo del zodíaco y su carácter asociado, o sólo desde que hemos actualizado el horóscopo? ¿La influencia de la constelación no se ha hecho patente hasta ahora? Y lo que es más importante... ¿A una bola ardiente a miles de millones de kilómetros le importa nuestra vida? Si hemos de hacer caso a los tarotistas de la madrugada televisiva, parece que sí.