Postulan cuatro etapas del pasado y posible futuro de la Tierra para ilustrar cómo la inteligencia planetaria podría desempeñar un papel fundamental.
17 February 2022
La actividad colectiva de la vida, todos los microbios, plantas y animales, han cambiado el planeta Tierra.
Tomemos, por ejemplo, a las plantas: las plantas "inventaron" una forma de realizar la fotosíntesis para mejorar su propia supervivencia, pero al hacerlo, liberaron oxígeno que cambió toda la función de nuestro planeta. Este es solo un ejemplo de formas de vida individuales que realizan sus propias tareas, pero que colectivamente tienen un impacto a escala planetaria.
Si la actividad colectiva de la vida, conocida como la biosfera, puede cambiar el mundo, ¿podría la actividad colectiva de la cognición y la acción basada en esta cognición cambiar también un planeta? Una vez que la biosfera evolucionó, la Tierra adquirió vida propia. Si un planeta con vida tiene vida propia, ¿puede tener también mente propia?
Estas son preguntas planteadas por Adam Frank, profesor de Física y Astronomía de la Universidad de Rochester, y sus colegas David Grinspoon del Instituto de Ciencias Planetarias y Sara Walker de la Universidad de Arizona, en un artículo publicado en International Journal of Astrobiology. Su autodenominado "experimento mental" combina la comprensión científica actual sobre la Tierra con preguntas más amplias sobre cómo la vida altera un planeta. En el artículo, los investigadores discuten sobre lo que llaman "inteligencia planetaria" - la idea de la actividad cognitiva que opera a escala planetaria- para generar nuevas ideas sobre cómo los humanos podrían abordar problemas globales como el cambio climático.
A lo que el profesor Frank responde, "si alguna vez esperamos sobrevivir como especie, debemos usar nuestra inteligencia para el bien del planeta".
Frank, Grinspoon y Walker se basan en ideas como la hipótesis de Gaia, que propone que la biosfera interactúa fuertemente con los sistemas geológicos no vivos del aire, el agua y la tierra para mantener el estado habitable de la Tierra, para explicar que incluso una especie o sistema sin capacidad tecnológica puede mostrar inteligencia planetaria. La clave es que la actividad colectiva de la vida cree un sistema que se mantenga a sí mismo.
Por ejemplo, explica Frank, muchos estudios recientes han demostrado cómo las raíces de los árboles en un bosque se conectan a través de redes subterráneas de hongos conocidas como redes micorrícicas. Si una parte del bosque necesita nutrientes, las otras partes envían a las porciones estresadas los nutrientes que necesitan para sobrevivir, a través de la red micorrícica. De esta manera, el bosque mantiene su propia viabilidad.
En este momento, nuestra civilización es lo que los investigadores llaman una "tecnosfera inmadura", un conglomerado de sistemas y tecnología generados por humanos que afectan directamente al planeta pero que no se automantienen. Por ejemplo, la mayor parte de nuestro uso de energía implica el consumo de combustibles fósiles que degradan los océanos y la atmósfera de la Tierra. La tecnología y la energía que consumimos para sobrevivir están destruyendo nuestro planeta de origen, lo que, a su vez, destruirá nuestra especie.
Dicho esto, para sobrevivir como especie, necesitamos trabajar colectivamente en el mejor interés del planeta.
Pero, dice Frank, "todavía no tenemos la capacidad de responder comunitariamente por el mejor interés del planeta. Hay inteligencia en la Tierra, pero no hay inteligencia planetaria".
Los investigadores postulan cuatro etapas del pasado y posible futuro de la Tierra para ilustrar cómo la inteligencia planetaria podría desempeñar un papel en el futuro a largo plazo de la humanidad. También muestran cómo estas etapas de evolución impulsadas por la inteligencia planetaria pueden ser una característica de cualquier planeta de la galaxia que desarrolle vida y una civilización tecnológica sostenible.
"Los planetas evolucionan a través de etapas inmaduras y maduras, y la inteligencia planetaria es indicativa de cuándo llegas a un planeta maduro", señala Frank. "La pregunta del millón es averiguar cómo se ve y qué significa la inteligencia planetaria para nosotros en la práctica porque aún no sabemos cómo pasar a una tecnosfera madura".
Aunque todavía no sabemos específicamente cómo podría manifestarse la inteligencia planetaria, los investigadores señalan que una tecnosfera madura implica la integración de sistemas tecnológicos con la Tierra a través de una red de circuitos de retroalimentación que conforman un sistema complejo.
En pocas palabras, un sistema complejo es cualquier cosa construida a partir de partes más pequeñas que interactúan de tal manera que el comportamiento general del sistema depende por completo de la interacción. Es decir, la suma es más que el todo de sus partes. Los ejemplos de sistemas complejos incluyen bosques, Internet, mercados financieros y el cerebro humano.
Por su propia naturaleza, un sistema complejo tiene propiedades completamente nuevas que emergen cuando las piezas individuales interactúan. Es difícil discernir la personalidad de un ser humano, por ejemplo, examinando únicamente las neuronas de su cerebro.
Eso significa que es difícil predecir exactamente qué propiedades podrían surgir cuando los individuos forman una inteligencia planetaria. Sin embargo, un sistema complejo como la inteligencia planetaria, según los investigadores, tendrá dos características definitorias: tendrá un comportamiento emergente y deberá mantenerse a sí mismo.
"La biosfera descubrió cómo albergar vida por sí misma hace miles de millones de años mediante la creación de sistemas para moverse alrededor del nitrógeno y transportar el carbono", dice Frank. "Ahora tenemos que descubrir cómo lograr el mismo tipo de automantenimiento con la tecnosfera".
A pesar de algunos esfuerzos, incluidas las prohibiciones globales de ciertos productos químicos que dañan el medio ambiente y un movimiento hacia el uso de más energía solar, "todavía no tenemos inteligencia planetaria o una tecnosfera madura", señalan los científicos. "Pero todo el propósito de esta investigación es señalar hacia dónde debemos dirigirnos".
Plantear estas preguntas, observa Frank, no solo proporcionará información sobre la supervivencia pasada, presente y futura de la vida en la Tierra, sino que también ayudará en la búsqueda de vida y civilizaciones fuera de nuestro sistema solar. En concreto el profesor Frank, por ejemplo, es el investigador principal con una subvención de la NASA para buscar firmas tecnológicas de civilizaciones en planetas que orbitan estrellas distantes.
"Estamos diciendo que las únicas civilizaciones tecnológicas que podemos ver, las que deberíamos esperar ver, son las que no se suicidaron, lo que significa que deben haber alcanzado la etapa de una verdadera inteligencia planetaria", añade. "Ese es el poder de esta línea de investigación: une lo que necesitamos saber para sobrevivir a la crisis climática con lo que podría suceder en cualquier planeta en el que evolucionen la vida y la inteligencia".