Los datos del viaje de la nave espacial Juno de la NASA a Júpiter sugieren que Marte puede estar arrojando polvo al espacio interplanetario.
11 March 2021
Observaciones inesperadas con la misión Juno de la NASA, que estudia Júpiter y sus lunas, han determinado que Marte es el responsable de la luz zodiacal que se aprecia desde la Tierra.
Si miras hacia el cielo nocturno justo antes del amanecer o después del anochecer, es posible que veas una tenue columna de luz que se extiende desde el horizonte. Ese resplandor luminoso es la luz zodiacal, o la luz solar reflejada hacia la Tierra por una nube de diminutas partículas de polvo que orbitan alrededor del Sol.
Los astrónomos han pensado durante mucho tiempo que el polvo es llevado al interior del sistema solar por algunas familias de asteroides y cometas que se aventuran desde lejos.
Pero un instrumento a bordo de la nave espacial Juno detectó por casualidad partículas de polvo que chocaban contra la nave espacial durante su viaje desde la Tierra hasta Júpiter. Los impactos proporcionaron pistas importantes sobre el origen y la evolución orbital del polvo, resolviendo algunas misteriosas variaciones de la luz zodiacal.
Los científicos de la misión sostienen que el polvo expulsado al espacio por las tormentas de polvo de Marte, traspasando su atmósfera, están alimentando ese polvo responsable de la luz zodiacal.
Determinaron que la nube de polvo termina en la Tierra porque la gravedad de la Tierra absorbe todo el polvo que se acerca. "Ese es el polvo que vemos como luz zodiacal", dijo en un comunicado John Leif Jorgensen, profesor de la Universidad Técnica de Dinamarca y autor principal del estudio, que publica en Geophysical Research: Planets.
Lo más curioso es que los científicos responsables del descubrimiento no esperaban hacerlo. "Nunca pensé que estaríamos buscando polvo interplanetario", explica Jorgensen.
Jorgensen diseñó cámaras para rastrear cuatro estrellas que forman parte de la investigación del magnetómetro de Juno. Pero también esperaba que sus cámaras pudieran ver un asteroide no descubierto. Así que programó una de ellas para informar sobre cosas que aparecían en múltiples imágenes consecutivas pero que no estaban en el catálogo de objetos celestes conocidos.
No esperaba ver mucho: casi todos los objetos en el cielo están incluidos en el catálogo de estrellas. Por eso, cuando la cámara comenzó a transmitir miles de imágenes de objetos no identificables (aparecían rayas y luego desaparecían misteriosamente), Jorgensen y sus colegas se quedaron desconcertados y empezaron a muchas causas plausibles y algunas inverosímiles.
No fue hasta que los investigadores calcularon el tamaño aparente y la velocidad de los objetos que aparecían que se dieron cuenta de algo: los granos de polvo se habían estrellado contra Juno a unos 16,000 kilómetros por hora, astillando piezas submilimétricas de la nave espacial.
Al final resultó que, el rocío de escombros provenía de los paneles solares de Juno, el detector de polvo involuntario más grande y sensible jamás construido. Así el equipo pudo darse cuenta tener pruebas de la distribución de polvo recogida a lo largo del camino de Juno y, calculando la trayectoria de la nave, determinar que este polvo procedía del planeta Marte.