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Isla de Pemba, un paraíso oculto para el astroturismo en África
A solo 50 kilómetros de Zanzíbar, pero mucho menos conocida, la llamada 'isla verde' enamora con sus costas y sus cielos a los turistas aventureros.
La isla de Pemba, conocida como la ‘isla verde’ en árabe, es un pequeño paraíso de cielo oscuro que forma parte del del archipiélago de Zanzíbar en Tanzania. Pemba está cerca de la costa oriental de África, en aguas del océano Índico, y junto con las islas de Unguja y de Mafia conforma el archipiélago de Zanzíbar o Islas de las Especias.
Ideal para amantes de la aventura, el buceo y la observación de estrellas, la pequeña isla de Pemba, es uno de los mejores lugares para hacer astroturismo en África. Un territorio poco explotado por el turismo y que antaño estuvo incluso rodeado de leyendas.
Durante gran parte de su historia, Pemba estuvo eclipsada por la isla de Zanzíbar, su vecino mucho mayor del sur. Aunque las islas están separadas por solo 50 km de mar, relativamente pocos turistas cruzan el canal. Los que lo hacen, sin embargo, quedan enamorados de la 'isla verde'.
Los viajeros más aventureros ven en la isla de Pemba, mucho menos concurrida que su vecina, un santuario para hacer buceo y descubrir sus arrecifes vírgenes, llenos de abundante vida marina. Ahora, además, los aficionados al astroturismo han encontrado en su inmaculado cielo oscuro un motivo estelar para viajar a Pemba.
El terreno en el interior de Pemba es montañoso y de vegetación exuberante, mientras que gran parte de la costa está llena de manglares y lagunas, intercaladas con playas e islotes idílicos. En alta mar, los arrecifes de coral ofrecen algunos de los mejores lugares de buceo que puedes encontrar en África.
Bahía de la isla de Pemba/ Crédito: Manta ResortLa ciudad de Chake-Chake, la capital, está ubicada en el centro, se alza sobre un montículo con vista al oeste en una bahía y la pequeña isla de Misali.
En la isla de Pemba se ha conservado una forma tradicional de vivir. La mayoría de sus habitantes se dedican a la pesca y el cultivo, principalmente del clavo. Esta forma tradicional de vida es la que ha permitido conservar tanto el fondo marino como el cielo nocturno libre de contaminación lumínica.